Desde mis principios, supe recoger las historias de mis diferentes épocas. Ya desde el Siglo XIII se erige sobre mí la Iglesia San Ginés, cuyas paredes han visto pasar los años y las inclemencias del tiempo. Con el paso de los años empezó a aumentar el trasiego de humanos. Fueron estos humanos que organizándose en gremios daron nombre posteriormente a mis hermanos y hermanas.
Pero esto fue solo el principio de todo mi esplendor. Cuando la realeza construyó su residencia en la Capital lo hizo a escasos metros de mi territorio, por lo que no fue de extrañar que yo fuese elegida la arteria conectora entre el Palacio Real y la Puerta del Sol. Mis dominios se llenaron entonces de burgueses, condes y duques. Todos ellos construyeron sus palacios y hogares en mi, todos ellos dejaron su impronta en mi.
El tiempo pasa por todos y mis dominios no son menos. He visto levantarse bellezas arquitectónicas, derrumbarse otras tantas y volver a erigirse. Como un ave fénix renace de sus cenizas mis cimientos han soportado, soportan y soportarán las idas y venidas de la historia. Lo que más me impresiona de esta raza humana es su perseverancia hacen y deshacen a su antojo a veces para bien, otras no aciertan en su jugada pero si tienen fuerza para levantarse una y otra vez.